Pablo explica a los Romanos el por qué necesitamos la justicia de Cristo para cubrir nuestros pecados, al recitar del Salmo 14 y 53 diciendo:
"Como esta escrito: no hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios" (Romanos 3:10-11).
Este pasaje declara primero, que no hay ningún justo ante los ojos de Dios. Segundo, nadie entiende lo bueno. Tercero, todos somos incapaces de buscar a Dios. Expliquemos un poco mas en estos puntos. Otra forma de describir nuestra raíz depravada es nuestra inhabilidad completa. Esto significa que el hombre es incapaz de entender lo bueno, o mejor de desear lo que es bueno.
Primero, cada uno es un pecador que necesita la gracia de Dios, porque ninguno es justo. La
perversidad del hombre se ha esparcido por toda la humanidad desde la caída de Adán. Pablo
así dice: "Porque como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos
pecadores…" (Romanos 5:19). Antes del diluvio: "Y vio Jehová que la maldad de los hombres
era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de
continuo solamente el mal" (Génesis 6:5). Aun después del diluvio el Señor dijo del hombre:
"porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud" (Génesis 8:21). Jesús
nos enseña que es del corazón de donde sale toda forma de pecado (Marcos 7:20). "Nada
sale del cuerpo del hombre que es plancetero. Así también nada bueno sale del corazón que
sea placentero ante Dios (hacia la salvación)." Pablo dice en Romanos 3:12, "No hay quien
haga lo bueno, no hay ni siquiera uno."
Segundo, nadie entiende lo bueno. No-solo esta el hombre muerto por el pecado sino que también es esclavo del pecado y su mente esta cegada por el pecado. El hombre no redimido no entiende las cosas de Dios. Les son tontería. Pablo afirma que el hombre no redimido "esta ciego en su entendimiento y separado de la vida de Dios, por la ignorancia de ellos y la dureza de su corazón (Efesios 4:18). Concerniente a los judíos incrédulos Pablo dice: "Porque el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado. Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo esta puesto sobre el corazón de ellos, pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará" (2 Corintios 3:14-16).
El Evangelio de Juan describe la venida de Jesús al mundo como una luz que ilumina al hombre. Su introducción dice: "La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella" (Juan 1:5). Mas adelante dice: "En el mundo estaba, y el mundo por Él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A los suyos vino, y los suyos no le recibieron" (Juan 1:10-11). El problema que Jesús tuvo no fue en su presentación, o estilo o su habilidad de comunicarse. Ninguno pudo haber hecho un mejor trabajo al declarar la verdad. Mas bien fue la dureza, los corazones incrédulos que eran incapaces de entender la verdad. Jesús le dijo a los judíos: "Y si digo la verdad, ¿por qué no me creen? El que es de Dios, escucha las palabras de Dios; pero como ustedes no son de Dios, no quieren escuchar" (Juan 8:46-47).
Juan explica que debido a que el corazón de los incrédulos es duro y ciego ellos evitan la luz de la verdad de Dios. "Los que no creen, ya han sido condenados, pues, como hacían cosas malas, cuando la luz vino al mundo prefirieron la oscuridad a la luz. Todos los que hacen lo malo odian la luz, y no se acercan a ella para que no se descubra lo que están haciendo" (Juan 3:19-20). Cuando Pablo habló del poder y la gloria de la cruz de Cristo, él explicó el por qué muchos la rechazan: "Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios" (1 Corintios 1:18). Mas adelante añade: "Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espirito de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente" (1 Corintios 2:14).
Ay muchos teólogos y pastores que dedican su vida estudiando la Biblia, pero aun así no son creyentes. No pueden creer porque el Espíritu Santo no ha revivido sus corazones. Son capaces de explicar con seguridad el evangelio y las verdades de la Biblia pero así rechazan las historias en torno a los eventos que no se entendían antes de la era científica. Es solo por el poder e iluminación del Espíritu Santo que una persona puede entender las verdades del evangelio.
Tercero, somos totalmente incapaz de aun buscar a Dios. Así dice Pablo: "No hay …ni uno que busque a Dios." De hecho, el hombre odia a Dios y lo que Él significa. El hombre odia lo bueno y no le preocupa. Solo el trabajo milagroso de Dios hace que una persona llegue a la fe de salvación. Como dijo Jesús: "ninguno viene a mí a menos que mi Padre que me envió no lo trajere" (Juan 6:44). Y más tarde Jesús repite el mismo principio diciendo, "ninguno puede venir a mí, si no se le fuese dado del Padre" (Juan 6:65). Ello significa que nadie escoge el seguir a Jesús; todos estamos atados al pecado.
La voluntad es libre de escoger lo que uno cree que es lo mejor, pero lo que uno naturalmente cree que es lo mejor no es buscar o escoger a Dios. El hombre natural no desea someterse o servirle a Dios. Él prefiere su vida en lugar de la soberanía de Dios. El cree que la felicidad y el éxito en la vida no se encuentran en la justicia de Dios. A pesar de que el libre albedrío del hombre seria escoger para "gustar y ver que Jehová es bueno" (Salmos 34:8), él "odia" el pan vivo que descendió del cielo (Juan 6:51). La voluntad del hombre natural está atada al pecado, el cual le afecta su entendimiento y visión. ¿Por qué el hombre natural no puede venir a Dios? Como dice Jeremías: "Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿Quién lo conocerá?" (Jeremías 17:9). Solo a los que tienen el Espíritu de Dios, que trabaja en sus corazones, se les permite venir a Jesús. Cuando Pablo le hablo a un grupo de mujeres reunidas en Filipos junto al río, Lidia vino a la salvación. Se nos dice que "el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía" (Hechos 16:14). Ella no abrió su corazón. Dios le abrió el corazón.
Jeremías que era un gran amigo del africano Ebed-melec, y quien lo rescató con sogas del muladar de la cisterna (Jeremías 38:7-13), usó a un negro para ilustrar la verdad espiritual. "¿Cambiará el etiope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer mal?" (Jeremías 13:23). La pregunta retórica de Jeremías confirma el hecho de lo imposible que es para alguno cambiar de una vida de pecado para hacer bien, mucho menos alcanzar la justicia de Dios.
El gran predicador del siglo 19, Charles Spurgeon lo describió así:
No puedes cambiar un hombre de negro a blanco, o a un blanco volverlo negro. Puedes hacer lo que te plazca destruyendo, pero nada puedes hacer para repararlo. Te puedes hacer impuro por el pecado, pero no te puedes purificar espiritualmente como lo quisieras. Hay cierto dilema al caerse: puedes lanzarte a un precipicio rápidamente, pero quien podría pararse en el fondo de un risco si esta atado? El hombre puede caer en contra de su voluntad, pero no puede levantarse aun por su voluntad. Tu puedes hacer todo el mal con facilidad; lo puedes hacer con las dos manos, vorazmente, y hacerlo una y otra vez, y no cansarte de ello; pero volver al sendero recto ahí esta la dificultad.
¿Qué puede hacer el hombre para cambiar su naturaleza y transformarse en un hombre nuevo? ¡Nada! Escuchando sermones, asistiendo a la iglesia, dando dinero al pobre, ayudando a las viudas reparando sus casas, eso no va a cambiar al corazón del pecador. Cualquier obra manual que hagamos de nada servirá. Es solo el trabajo del Espíritu Santo el que puede cambiar el corazón de piedra a un corazón de carne que responda al llamado de Dios.
El hombre de continuo piensa que uno puede contribuir con algo para su salvación. Algunos admiten que la salvación es por la gracia de Dios, pero todavía piensan que es porque son ellos quienes escojen a Dios y contribuyen por su fe para creer. La pregunta que confrontamos sobre el problema de la depravación total del hombre Edwin Palmer la explica así:
¿Es Dios el originador solo de la redención o solo de la fe? ¿Permitió Dios el sacrificio parcial de Jesucristo y el hombre coopera con su fe? ¿O es la Fe también un don de Dios? (Efesios 2:8). ¿Depende la salvación parcialmente de Dios (al dar a Cristo en la cruz) o totalmente de Dios (al dejar que Cristo muriera en la cruz mas la fe de nosotros)?
¿Guarda el hombre un poquito de gloria para sí mismo- la esperanza de creer? ¿O para Dios es toda la gloria? La enseñanza de la incapacidad total es que para Dios es toda la gloria, y ninguna para el hombre.